Mientras algunos
atribuyen la celebración del Día de la Madre a una
estrategia mercadotecnica y comercial, la realidad es que su origen
tuvo un sentido muy diferente.
Las celebraciones
por el día de la madre se iniciaron en la Grecia antigua,
en las festividades en honor a Rhea, la madre de Jupiter, Neptuno
y Plutón.
El origen del actual Día de la Madre se remonta al siglo XVII, en Inglaterra. En ese tiempo, debido a la pobreza, una forma de trabajar era emplearse en las grandes casas o palacios, donde también se daba techo y comida.
Un domingo
del año, denominado «Domingo de la Madre»,
a los siervos y empleados se les daba el día libre para
que fueran a visitar a sus madres, y se les permitía hornear
un pastel (conocido como «tarta de madres») para llevarlo
como regalo.
Esta celebración
se desarrollaba colectivamente, en bosques y praderas.
Aunque algunos
colonos ingleses en América conservaron la tradición
del británico Domingo de las Madres, en Estados Unidos
la primera celebración pública del Día de
la Madre se realizó en el otoño de 1872, en Boston,
por iniciativa de la escritora Julia Ward Howe (creadora del «Himno
a la república»). Organizó una gran manifestación
pacífica y una celebración religiosa, invitando
a todas las madres de familia que resultaron víctimas de
la guerra por ceder a sus hijos para la milicia.
Tras varias
fiestas bostonianas organizadas por Ward Howe, ese pacifista Día
de la Madre cayó en el olvido. Fue hasta la primavera de
1907, en Grafton, al oeste de Virginia, cuando se reinstauró
con nueva fuerza el Día de la Madre en Estados Unidos,
siendo Ana Jarvis, ama de casa, quien comenzó una campaña
a escala nacional para establecer un día dedicado íntegramente
a las madres estadounidenses.
En
memoria de una madre
Luego de la
muerte de su madre en 1905, Jarvis decidió escribir a maestros,
religiosos, políticos, abogados y otras personalidades
para que la apoyaran en su proyecto de celebrar el Día
de la Madre, en el aniversario de la muerte de su propia progenitora,
el segundo domingo de mayo.
Tuvo muchas
respuestas, y en 1910 esta fecha ya era celebrada en casi todo
Estados Unidos.
En 1914, el
Presidente Woodrow Wilson firmó la proclamación
del Día de la Madre como fiesta nacional, que debía
ser celebrada el segundo domingo del mes de mayo.
La primera celebración oficial tuvo lugar un día 10 de mayo, por lo que este día fue adoptado por muchos otros países del mundo como la fecha del «Día de las Madres».
En México, los aztecas ya honraban la maternidad
La primera celebración oficial tuvo lugar un día 10 de mayo, por lo que este día fue adoptado por muchos otros países del mundo como la fecha del «Día de las Madres».
En México, los aztecas ya honraban la maternidad
A la madre
de Huitzilopochtli
Honrar la
maternidad también fue característica de las culturas
que poblaron Mesoamérica antes de la Conquista. Una de
ellas, la azteca, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli,
la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que según era representada
por la luna.
La mitología
cuenta que durante la creación del mundo fue muerta a manos
de las estrellas, que celosas, le quitaron la vida para que no
diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al sol,
sin embargo, éste sí pudo nacer, venciendo a las
tinieblas.
Los indígenas
rendían especial tributo a esta diosa y dedicaron a ella
hermosas esculturas en oro y plata, que no sólo revelan
profundo sentido artístico sino la importancia tan grande
que ellos concedían a la maternidad.
La peregrinación
al Tepeyac
El más
representativo de estos rituales era el celebrado a mediados de
la primavera, en el cerro del Tepeyac, con el fin de honrar a
la madre de los dioses, Tonantzin, cuyo nombre significa «nuestra
madre venerable».
Los festejos
a la maternidad entre los aztecas eran de carácter sacro.
Peregrinar desde distintos puntos del antiguo México para
honrar a Tonatzin, era un acto de comunión cósmica
y una ceremonia de reconocimiento a la propia madre.
Tonatzin,
como dice la historiadora Bibiana Dueñas, «era “la
Madrecita”, y tenía por mayor atributo la vida; ella
la daba. De allí su importancia y su fuerza más
grande. Era el elemento vital de la sangre y, por lo tanto, también
la guerra y la muerte eran sus atributos». En las fiestas
se le invocaba como «madre de las divinidades, de los rostros
y los corazones humanos». Tonatzin aparecía muchas
veces, según cuentan, como una señora vestida elegantemente
de blanco; de noche gritaba y pregonaba.
También
cuentan que traía una cuna a cuestas, como quien trae a
su hijo en ella; iba al mercado y se acomodaba entre las otras
mujeres; más tarde desaparecía, abandonando la cuna
por ahí. Cuando las otras mujeres advertían la cuna
estaba olvidada, se asomaban a ella y encontraban un pedernal,
con el cual se hacían sacrificios en su honor.
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